Leo Matiz – Frida Kahlo
Octubre 2015
Octubre 2015
La vida relatada con el ojo: Matiz y Kahlo
(…) Uno es el hombre que anda por la tierra y descubre la luz y dice: es buena,
la realiza en los ojos y la entrega
a la rama del árbol, al río, a la ciudad,
al sueño a la esperanza y a la espera(…)
Uno es el hombre-lo han llamado hombre-
que lo ve todo abierto, y calla y entra. “
Jaime Sabines, Horal
Frida Kahlo y Diego Rivera vivieron en el Coyoacán de los años cuarenta rodeados de sus flores y plantas, sus objetos prehispánicos, el cervatillo Granizo y el mono Fulang Chang. Un espacio tan singular y rodeado de belleza no podía ser menos que auspicioso para la creación artística.
La célebre Casa Azul era también el escenario de animadas fiestas. Fue visitada por grandes intelectuales y artistas de la época, así como personalidades de diversos ámbitos.
La Casa Azul atestiguó el dolor de Frida, una mujer postrada por el dolor físico y emocional. En la antigua casona se daban cita las luces y las sombras de esta belleza contradictoria, a veces luminosa y a veces cruel que llamamos vida. Quienes están familiarizados con la obra de Kahlo, entienden la inextricable relación existente entre su vida, su hogar y su creación pictórica.
Leo Matiz fue testigo presencial de todo ello. Leo Matiz fue espectador privilegiado que accedió al espacio íntimo de Frida y Diego. “He venido a ver el infinito”, expresó Matiz. El fotógrafo, conocido también como “El Ojo Divino” registró con su mirada un relato pormenorizado de la vida cotidiana de la conocida pintora.
Matiz fue un amigo cercano de Frida y Diego. La cercanía de Leo con la pareja hizo posible transmitir la cualidad íntima de este trabajo fotográfico en particular.
Matiz no fue un intruso. Era famosa la hospitalidad de Frida y Diego quienes se encontraban constantemente rodeados de amigos mexicanos y extranjeros. Las imágenes que Matiz captó de la pareja eran tomas espontáneas, las de un amigo que captura momentos de intimidad en el tiempo. Las fotos también son un registro documental de la amistad de Matiz con Kahlo y Rivera En aquel entonces, los involucrados en este triángulo amistoso ignoraban que Matiz sería reconocido en el futuro como uno de los más importantes fotógrafos de América Latina.
Los momentos captados por Leo Matiz con su lente proporcionan una interesante panorámica no sólo en la intimidad compartida con la pareja de pintores, sino también en torno a la evolución en el desarrollo de la imagen de Frida. Las piezas más tempranas consignan situaciones espontáneas y libres, para dar paso a las composiciones más posadas, en los años en que Kahlo era más consciente de su magnetismo y de su leyenda fascinante, la que precede muchas veces a su propia creación artística.
Después de los años de la llamada “Fridamanía”, al alcanzar la obra de Kahlo records de subasta insospechados en las subastas internacionales, al ser producidas películas, documentales y exposiciones en todo el mundo, se pensaba que se conocía todo sobre la artista. Alejandra Matiz, hija del fotógrafo, realizó un hallazgo en los archivos de la Fundación que preside y que lleva el nombre de su padre. Se trata de fotografías previamente desconocidas, de una gran frescura, en escenarios naturales, no manipulados para la composición.
Matiz consignó a una Frida distendida, informal, bebiendo, acostada en el césped, rodeada de sus amigos, fumando, comprando telas a un vendedor ambulante: imágenes poco conocidas que asombran y arrojan nuevas luces en torno de la personalidad de la artista. Si bien Kahlo y Rivera fueron muy fotografiados en vida, Kahlo fue particularmente musa de artistas y la contribución de Matiz arroja nuevas luces para a comprensión de su personalidad y profundidad psicológica.
La amistad de Matiz con Kahlo y Rivera produjo esta treintena de fotografías que ahora se exponen en Argentina. Se trata de imágenes de una pareja mítica, pero también constituyen un viaje en el tiempo a un México que ya no existe, escenario de los pasos de “El Ojo Divino” y de tantos otros distinguidos intelectuales y creadores que enriquecieron con sus talentos el acervo cultural de México y del mundo.
Frida Kahlo escribió en su diario “Te seguiré escribiendo con mis ojos, siempre”. Leo Matiz también ha escrito con sus ojos este relato de la vida íntima de Kahlo, la vida abierta de par en par para los espectadores que perciben, a través de la imagen, una atmósfera única.
El arte pictórico de Kahlo es íntimo y a ello debe su éxito en buena medida. Sus obras fueron un registro pormenorizado de la vida cotidiana femenina. La mirada de Leo Matiz retrata la vida cotidiana de Frida, para gozo y conocimiento de todos. La muestra fotográfica que hoy admiramos se vuelve cercana y entrañable por la proximidad, la cercanía con situaciones y momentos comunes a todos los seres humanos en sus espacios íntimos.
Las imágenes de Matiz constituyen también un documento invaluable al consignar momentos de la creación artística del pintor Diego Rivera, en la producción de sus mundialmente famosos murales, una de las grandes contribuciones del arte de América Latina.
Corresponde a los espectadores disfrutar una muestra que enfatiza la belleza de lo cotidiano, de la sencillez y resalta el valor de las cosas que a menudo pasan desapercibidas. Se trata de lo que Matiz escribió con sus ojos. Lo escribió con luz y sombra, con calidad, belleza y fuerza expresiva. Dejemos que nos siga escribiendo con sus ojos, siempre.
SERGIO URIBE
Ciudad de México, julio de 2015.