Las fotos de Leo Vaca tomadas en los años ‘90 sobre la víctima inmobiliaria más famosa del mundo moderno ejecutan silenciosamente un arte de la premonición en el sentido de De Lillo, y documentan un hecho escalofriante y absoluto: en sus imágenes las torres ya no están.
Lo que detecta la máquina de percepciones hipersensible de Vaca, es que de todas esas personas que retrata en el “top of the world” (con o sin consciencia de la mirada que cae sobre ellas) están pisando la terraza de un castillo en el aire. El hallazgo de la cámara y el cuerpo del artista fotógrafo es dar fe de que las torres solo pueden estar allí al modo de un fantasma o de un recuerdo. Sentimos la bruma ascendente del río Hudson y la descendente de las nubes —estamos sin duda en un límite espacial—, y podemos ver a sus decenas de criaturas flotando a una altura sobrehumana, irreal, a la que el hombre ha llegado mediante un acto de usurpación.